lunes, 29 de junio de 2009

Todo negro

Y nos dejaron ahí, entre hojas azules. Azules como la venas
de un anciano, hinchadas por el tiempo.
También había frutillas color escarlata, eran brillantes, como si fueran de cristal. Pero eran tan delicadas.
Como merengue de pastel.
Intente levantarme y mis manos por inercia buscaron algo con que ayudarse.
Pero las hojas no estaban sostenidas por nada.
Solo flotaban.
Mis movimientos se volvieron cada vez más desesperados.
Lo primero que deje de ver entre esa superficie pastosa, fueron mis pies.
A cada momento me hundía más.
Arrastrándome hacia ningún lado.
Empecé a gritar, y aparecieron unas pequeñas luces sobre mi cabeza.
Eran pequeñas, como las series de un árbol de navidad.
Cada vez que gritaba aparecían más.
Eran tan hermosas.
Pronto sentí que no podía mover mis manos, y me hundía tanto que podía sentir el sabor.
Esa cosa pastosa sabía a muerte. Deje de gritar.
Sé que pueden pensar que es una estupidez. Pero he visto muchas personas morir a lo largo
de mi vida
Recuerdo sus gritos
Recuerdo su última mirada
Recuerdo la sensación de dureza del cuerpo
Recuerdo el olor a sangre
Pero hasta ahora no había vuelto a recordar ese sabor.
Más ahora huelo, veo, escucho, siento el sabor de mi propia muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario